La entrega de los Óscar de este año va a estar como para alquilar balcón. A diferencia de otros años, como el 2013 en el cual ganó la mediocre «Argo», este año sí hay mucho material de altísima calidad.
Clint Eastwood nos presenta en «Francotirador» la vida de Chris Kyle, el francotirador con más muertes atribuidas en el campo de batalla en la historia de Estados Unidos. Bradley Cooper hace un rol soberbio en su presentación del vaquero de Texas que decide empuñar las armas luego de ver atentados terroristas por la televisión. La película cuenta con escenas de lucha en pueblos semi-destruidos de Oriente Medio que son sencillamente impresionantes.
Ahora si la crítica. A pesar de la brillante actuación de Cooper y la magistral puesta en escena del mago Eastwood (actor y director genial por donde se mire), la película deja un sinsabor al final por su postura moral. A la película le faltan matices en su caracterización de Kyle y la incursión gringa a Irak y alrededores. La película opta por mostrar a Kyle como un héroe y a las fuerzas armadas de Estados Unidos como los salvadores, quienes desinteresadamente ingresan a territorio enemigo a salvar a los salvajes de sí mismos.
La verdad es que Estados Unidos, como reza el dicho, no tiene amigos sino intereses. Detrás de la pasión ingenua de Kyle por servir a su país y vengar las afrentas contra sus coterráneos, hay toda un industria de la guerra que busca legitimar los intereses económicos y políticos de EEUU. No es coincidencia que Irak tenga petróleo. Adicionalmente, la película no explora la ambigüedad moral del invasor y de los locales que deciden sacrificar sus vidas para liberar su tierra del yugo opresor.
Al final de «Francotirador» se muestran grabaciones reales de banderas gringas ondeando por la carretera donde pasa el férretro de Kyle, quien no murió en Irak, sino asesinado por un veterano desadaptado en su propia tierra. Por eso insisto que el defecto de la cinta más reciente de Clint Eastwood es adoptar una posición simplista de entronizar al francotirador y vilificar a los salvajes locales, evitando los matices de lado y lado, como si en toda guerra hubiera siempre un bueno y un malo. Eso debería saberlo ya Clint, porque él actuó en «El bueno, el malo Y el feo».
Cambiando de cinta, «Birdman» es una obra maestra, sin reservas. El brillante director mexicano de la hermosa «Babel», Alejandro Iñárritu, vuelve con una obra muy original de gran complejidad y sutileza. La misma sutileza que le faltó tanto a Clint Eastwood en esta oportunidad, le sobró a Iñárritu. Su película trata sobre la fragilidad del éxito y la lucha por recuperar un poco de la gloria pasada.
El protagonista de «Birdman» es Riggan Thomson, interpretado de manera soberbia por Michael Keaton, quien quiere relanzar su carrera en Broadway luego de haber tenido éxito comercial en el cine intepretando a un superhéroe con traje de ave conocido como «Birdman». La historia de Riggan Thomson es paralela a la del mismísimo Keaton, porque todos lo recordamos como el Batman de Tim Burton, pero ninguno podría nombrar una película famosa que haya hecho en tiempos recientes.
«Birdman» eleva la actuación de Keaton y Edward Norton a niveles insospechados. Norton hace el papel del actor talentoso pero insoportable que le dará un barniz de credibilidad a la nueva obra de teatro de Riggan. En el camino se encontrarán con la crítica de teatro Tabitha Dickinson quien no escatima adjetivos peyorativos para referirse a Riggan, quien según ella, es un simple actorzuelo de películas comerciales de superhéroes. La discusión que tiene Riggan con Tabitha es una de las mejores en toda la cinta.
Finalmente, la competición por el Óscar a mejor actor principal va a estar complicada, porque tanto Bradley Cooper como Michael Keaton han hecho méritos suficientes para merecer el galardón. Lo que si está claro es que si la competición a mejor película solo estuviera entre estas dos obras, yo me inclinaría sin duda alguna por «Birdman», con el perdón de Clint Eastwood, quien merece solo mi admiración. «Francotirador» es una película decente, pero nunca del nivel de una como «Zero Dark Thirty» de Kathryn Bigelow. La cinta de Bigelow trata el mismo tema (la guerra en Irak) desde una perspectiva más matizada, permitiendo la ambigüedad que tanto rehuye «Francotirador». Por eso le doy, como diría el crítico de críticos Roger Ebert, dos pulgares arriba («two thumbs up») a «Birdman». Porque no teme enfrentar la complejidad de la realidad en sus propios términos, sin hacer del lienzo multiforme de la realidad una imagen unidimensional, que oculta más de lo que muestra.
NOTA: Leyendo más sobre el verdadero Chris Kyle, siento decir que me decepciona un poco Clint Eastwood por mostrar una imagen distorsionada del personaje. Kyle afirma en su libro que disfrutaba el acto de matar y que veía a todos los iraquíes como salvajes. La verdad, no parece el perfil de un héroe, sino más bien el de un psicópata que encontró una forma socialmente aceptada (al menos por amplios sectores de la derecha gringa) de desfogar su instinto de muerte.
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