Al hablar de rockolas es inevitable transportarse a una tienda en el parque principal de un pueblo, generalmente, en tierra caliente, con decenas de cervezas sobre las mesas y varios hombres entonando el vallenato sentimental o la típica ranchera de la “tuza” amorosa, que pueden escuchar con tal sólo una moneda de 200 pesos.
Sin embargo, ahora es normal ver estos artefactos en varias zonas residenciales de Bogotá. Localidades como Antonio Nariño, Bosa y Fontibón han sido víctimas del crecimiento de establecimiento que utilizan las rockolas, que a pesar de generarle unos pesitos extras al dueño del establecimiento al cobrar por cada canción, afectan el sueño y la tranquilidad de los vecinos.
Entre marzo y noviembre de 2010, la Secretaría de Ambiente visitó 357 establecimientos abiertos al público en estas tres zonas de la capital, entre tiendas, bares, tabernas, cigarrerías y restaurantes, y estableció que el 34,45 por ciento (123) tiene como reproductor musical rockolas básicas (de dos parlantes) o con accesorios; se monitorearon 78 negocios en Fontibón, 27 en Bosa y 16 en Antonio Nariño.
94 locales tienen computadores con un amplificador, dos cabinas y un televisión; 72 hacen uso de un computador con más de tres fuentes de emisión, 32 de fuentes pequeñas como grabadoras y minicomponentes con un bafle, 30 de equipos de sonido con dos cabinas y seis de sonido.
Las rockolas con más de tres parlantes son las que más ensordecen. Según las mediciones hechas por la SDA en horas de la noche el promedio de ruido en las tres zonas es de 80,9 decibeles, con el tope máximo en Fontibón (87,1), seguida por Bosa (85,3) y Antonio Nariño (78,8); todas por encima de los 55 decibeles permitidos en una zona residencial en horario nocturno.
Aunque las rockolas básicas registraron 4,3 decibeles menos que las de accesorios, tampoco son amigables y no cumplen con los niveles de ruido a nivel ambiental. Los artefactos de Fontibón registraron el tope más alto de ruido, con 91,7 decibeles, por encima de los 77,8 de Bosa y los 78 de Antonio Nariño.
“Las rockolas generan unos niveles sonoros más altos que los emitidos por otros tipos de fuentes. Su alta demanda se debe a la facilidad de adquisición y ensamblaje dentro de los establecimientos, ya que se les puede instalar fácilmente amplificadores, parlantes y videos. Ninguno de los locales visitados tiene mecanismos de control o mitigación del ruido”, dijo Juan Antonio Nieto Escalante, Secretario Distrital de Ambiente.
Además, el funcionario aseguró que los 123 negocios que no pasaron las pruebas de ruido serán sancionados por la SDA si no adecúan las rockolas en los próximos 30 días. “En un mes volveremos a inspeccionar estos establecimientos. Si no se ajustan a los decibeles permitidos, podrían ser sancionadas hasta con 5 mil salarios mínimos mensuales legales vigentes, dependiendo de la afectación sonora”.
Fontibón: La reina en rockolas y decibeles
De los 123 establecimientos comerciales con algún tipo de rockola, 47 están en el rango de emisión entre 70 y 75 decibeles, 36 entre los 75 y 80, 23 entre los 65 y 70, 12 entre 80 y 85 y 3 entre 60 y 65; en pocas palabras, ninguno cumple con la normatividad.
Los 78 negocios de Fontibón se roban el protagonismo en materia de ruido por rockolas, con 64 establecimientos con rangos entre 70 y 85 decibeles. “Esto deja ver el alto grado de afectación por ruido que los establecimientos comerciales abiertos al público y que cuentan como fuente de emisión las rockolas, les están causando a la comunidad de estas tres localidades”, agregó el Secretario de Ambiente.
Como alternativa para mitigar el ruido de las rockolas, Nieto Escalante dijo que se debe usar un limitador de sonido, que evita que el nivel musical dentro de un local o actividad supere un determinado valor. “Aunque se aumente el volumen de los amplificadores al máximo, este equipo controla el nivel sonoro de salida”.
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