Él mismo lo confiesa: “No puedo dejar de hablar porque todo se me atora. Tengo tantas ideas en la cabeza, que si no las digo, que si no las expreso, me ahogo”. Y así es.

Cuando nos pusimos a hablar del periodismo que hacíamos hacía veinte o más años, René Pérez suelta una sonora carcajada que retumba por toda la cafetería y los clientes de la misma miraron sorprendidos, asustados y contentos… “Aquellos eran años sencillamente maravillosos, llenos de color y vida. El cansancio jamás lo sentíamos y a cualquier parte a donde nos enviaran, allá íbamos con la ilusión de hacer cosas nuevas.

Vibrábamos cada vez que hacíamos un reportaje o nos publicaban una crónica. Era incómodo hacer uso de la grabadora, por eso siempre llevábamos nuestras libretas de apuntes en donde a diarios ejercitábamos la memoria” y continuaba hablando y hablando de cuando fue reportero nato, luego jefe de redacción, editor, director y así saltando de puesto en puesto y siempre saliendo en las primeras páginas de los diarios y revistas del país.

Ha publicado varios libros, todos ellos investigaciones en profundidad que han servido para que sus lectores conozcan más de cerca lo que se hace en el país en las sombras. Y una de esas investigaciones, sobre el atraco a Cajanal, la publicó en El Tiempo por entregas y con la que ganó el Premio Nacional de Periodismo. Hoy esa misma investigación se convirtió en libro titulándolo Un crimen pensional. La infamia de Cajanal en donde, con un lenguaje amplio, directo y sin tapujos, muestra cómo un grupo de delincuentes se robó una de las más importantes empresas colombianas. Pero, vamos por partes.

– ¿Cuándo sentiste que te había picado el “bichito” del periodismo?
– La verdad es que ese “bichito” no me picó. Siendo muy niño, me gustó leer diarios y revistas para enterarme de lo que sucedía mas allá de las puertas de mi casa. No lo hacía por curiosidad sino por un inexplicable afán de conocer el mundo extra-hogar. Esta manía, para llamarla de alguna manera, la seguí cultivando y más por azar que por búsqueda me vinculé a una editorial y de allí el salto al matrimonio René-Periodismo se dio fácil.

– ¿Sigue siendo el periodismo una profesión peligrosa en Colombia?
– Toda profesión en que la materia prima sea la verdad, es peligrosa. Y como en Colombia la mentira es lo que respiramos, pues el periodismo, el verdadero, desde luego, es una amenaza para quienes en la otra orilla tienen como materia prima la mentira, que la poseen completica la mayoría de los dueños de cualquier tipo de poder, sea económico, político, empresarial, financiero y hasta social. Poder que hoy más que nunca influye decididamente en los medios informativos. Por eso ahora la línea editorial no sale de las jefaturas de redacción ni de la dirección misma, sino de la gerencia de los medios de comunicación. Desde luego, con excepciones, pero mínimas.

– ¿Qué es lo que te fascina del periodismo?
– Si nos referimos al auténtico periodismo, lo fascinante es precisamente eso, trabajar con la verdad. Porque la verdad es más peligrosa que la dinamita y al hombre, a la mayoría, lo atrae la aventura, el riesgo y, en este caso, la sensación de hacer el trabajo lo mejor posible.

– ¿Hoy se está enseñando en las facultades buen periodismo o simplemente un periodismo académico?
– Ni lo uno ni lo otro. De las facultades lo que está saliendo son unos sabedores superficiales de todo, pero a la vez hundidos en un sancocho de áreas en las que los egresados terminan saltando de presentadores de shows, a fotógrafos de modelos, cineastas de medio pelo, columnistas políticos, a pichones de literatos, o relacionistas, o jefes de “talento humano”, o artistas, o cuenta chistes. Además malos en cualquiera de estas actividades. Lo menos que salen son periodistas, a pesar de que algunas facultades cuentan, más que todo por ponerlos como anzuelo propagandístico, con verdaderos profesores de periodismo.

– ¿Cuáles son dos o tres recomendaciones para lograr hacer en Colombia un periodismo más sólido?
– Una sola: Acabar con las pomposas facultades de Comunicación Social y volver a la Escuela de Periodismo. Aunque pensándolo bien sí deben seguir funcionado esas facultades porque ¿Qué se ponen a estudiar tantas muchachas bellas como hay en Colombia, de bonitas piernas y senos para paraísos pero con poco cerebro?

– ¿Por qué decidiste meterte con el tema de Cajanal?
– Hace varios años pasaba por las antiguas instalaciones de Cajanal y vi una larga fila de ancianos. De pronto unos individuos de chaleco y maletín sacaron de la hilera a varias señoras y las pusieron a firmar unos papeles. Me acerqué, averigüé y supe que les estaban dando poder para que cobraran sus mesadas de jubilación pagándoles unos porcentajes de las mismas muy altos. Y lo mas grave, supe que los encargados de las cajas de pago dilataban su trabajo precisamente para provocar esta situación. Entonces recordé la frase que hay en Hamlet, no de Hamlet: Hay algo podrido en Dinamarca. Y vea lo podrido que había.

– ¿Cuál fue la mayor dificultad en el desarrollo del libro?
– Mire: Según las estadísticas, somos uno de los países más violentos del mundo. Pero lo que no dicen es que también somos de los más miedosos. La dificultad mayor fue esa, que la gente hablara, denunciara.

– ¿Cuántos meses sumergido en la búsqueda de datos?
– Casi un año.

– ¿Más meses investigando que escribiendo y corrigiendo?
– Tengo mi método: Voy investigando, voy escribiendo y voy corrigiendo. Y luego, casi a la mitad del trabajo, en el caso de Cajanal, ya tenía armado el contexto.

– ¿Es un libro dirigido sólo para pensionados?
– No. Infortunadamente no, porque lo de Cajanal es réplica de lo que sucede en la Dian, en el DAS, en Bienestar Familiar, etcétera, etcétera, etcétera.

Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)