A sus 32 años de edad, Paola Andrea Muñoz Jurado es artesana por convicción y por ancestro y es poseedora de una extensa lista de títulos académicos: abogada de la Universidad de los Andes, especialista en Gestión Pública, diplomada en Gobierno y PHd de la Complutense de Madrid en Gobierno y Administración Pública. Es, además, una roquera que viste prendas elaboradas por los más importantes diseñadores y modistas colombianos que le rinden culto a lo nuestro y es, sobre todo, el motor que le quitó a las artesanías el rotulo de «cachivaches» y las exaltó al sitio preferencial que hoy ocupan.
Para lograr todo esto, la gerente de Artesanías de Colombia centró su trabajo laborando mancomunadamente con los que saben, es decir, con los propios artesanos. A ellos les inculcó la necesidad de agregarle valor a sus productos mediante la depuración de las técnicas de elaboración, presentación, mercadeo y venta.
Como políglota que es, Paola se propuso hablarles a los artesanos en su propio «idioma», para ello viajó hasta caseríos y pueblos con el ánimo de incentivarlos a seguir trabajando conforme la tradición pero introduciendo en su labor nuevas técnicas que respondieran a las tendencias y calidad que señala el mercado.
Hasta esos remotos lugares llevó el rigor del estudio y congregó a los artesanos, dispersos hasta entonces, en aulas en las que aprendieron a trabajar en comunidad, intercambiar conocimientos y organizarse en cooperativas y asociaciones.
De su paso por el Ministerio de Cultura como asesora de Asuntos Legislativos y directora (e) del Teatro Colón, además de asesora para los temas relacionados con Alcaldes y Gobernadores, Paola trasladó a su cargo de Gerente de Artesanías de Colombia la necesidad de observar «la letra menuda», es decir, no pasar por alto las sugerencias o acotaciones de los artesanos; detenerse en lo artístico que conlleva cada obra manual y respetar la idiosincrasia que le imprime a cada comunidad o pueblo sus ancestros y tradiciones.
Paola pretendió que los artesanos nariñenses dejaran de trabajar las maderas y el barniz para tejer sombreros ‘vueltiaos’ ni que las tribus chocoanas canjearan la cestería por las moyas que motivan el orgullo de los boyacenses.
Por el contrario, incentivó en cada comunidad sentimientos de pertenencia y, paulatinamente, les fue mostrando caminos que les permitieron trasformar sin agredir la esencia de su trabajo
Pero además de trabajar «codo a codo» con los artesanos tradicionales, esta abogada amante del rock y la política, de los Stones y de los grupos que hacen saltar los decibeles permitidos por las autoridades ambientales, fijó sus ojos en los artistas de ciudad, en esas personas que nadie califica de artesanos porque laboran en sus casas de Bogotá, Medellín, Barranquilla o Cali y los motivó a exhibir sus trabajos sin complejos y a imprimirles el título de artesanías elaboradas en ciudades.
Por todo lo anterior, Expoartesanías 2008, que se está llevando a cabo en el centro de Ferias y exposiciones de Bogotá, Corferias muy cerca a la zona industrial de la ciudad, es la muestra que desde el pasado 4 de diciembre y hasta el 17 del mismo mes, se da el lujo de reunir bajo el mismo techo los trabajos de renombrados diseñadores como Hernán Zajar, Pepa Pombo y Adriana Santacruz, hasta cocadas con panela y miel que, oyendo cualquier chirimía, aprendió a cocinar una mulata del Banco, Magdalena
Al fnalizar el día y como si fuera una compradora más y con su habitual ropa de ejecutiva, Paola Muñoz recorre los más de 9 mil metros que ocupa la feria, indaga precios, habla con los expositores, con los visitantes y, con conocimiento de causa, sabe que vale la pena adquirir una prenda de vestir tasada en un millón de pesos, un pesebre de 600.000, una vajilla de 180 mil, un collar de 40 mil o, simplemente, una bola de tamarindo que sus fabricante ofrece en 800 pesos la unidad.
Deje su Comentario