El año 1991 no fue un año fácil para el periodismo colombiano. Hacía muy poco don Guillermo Cano, director de El Espectador había caído bajo las balas asesinas del narcotráfico. Y en 1991, mientras se debatía la nueva Constitución colombiana, el 24 de julio, en Segovia, Antioquia, asesinaban al gran poeta y cronista Julio Daniel Chaparro, quien cayó al lado de su gran amigo, el fotógrafo Jorge Torres.
Este asesinado le rompió en mil pedazos el alma de la periodista y reportera vallenata Mary Daza Orozco quien desde sus escritos en el diario de los Cano, no dejaba de radiografiar lo que se vivía en nuestra vilipendiada geografía.
Un día resolvió irse hasta el Urabá antioqueño, un lugar inundado de odio y desesperanza y allí, en medio de los continuos silencios de los “yo no vi nunca nada”, Mary escribió inolvidables pero angustiosas crónicas sobre lo que allí veía y vivía. Y luego de regresar a casa, con el corazón maltratado, resolvió reunir esos testimonios para darle forma a un libro.
A los quince días, y aprovechando que Plaza y Janés había convocado al Premio de Novela, resolvió mandar su manuscrito y a las dos semanas recibió la noticia de que había quedado de finalista entre casi un centenar de originales que habían llegado de todas partes del país.
Sin amilanarse ni un centímetro, resolvió publicar Los muertos no se cuentan así novela que de inmediato se ubicó entre los más leídos de la semana, luego del mes y de 1991.
Hoy, veinte años después, pareciera que Los muertos no se cuentan así hubiera sido escrita ayer en la tarde, pues los muertos de hace dos décadas, tienen las mismas características de los muertos de la semana pasada.
Continúa el mismo dolor, la misma angustia, la misma soledad y la misma desesperanza. Esta novela, que fuera presentada en su reedición por Ediciones Libros y Letras en el hotel Sicarare de Valledupar, volvió a conmover a sus lectores, tanto a los viejos amigos de Mary Daza como a quienes ahora tienen la opción de leerlo por primera vez.
Los muertos no se cuentan así es más que una simple novela de la violencia en Colombia. Es, ante todo, la primera obra escrita por una mujer en Colombia sobre este continuo desamor, es un escrito hecho con el alma que invita a reflexionar sobre lo que no hemos podido detener: La muerte. Es hacer una especie de alto en el camino y ver en lontananza, los campos sembrados de cruces para proponernos, como promesa, de nunca más volver a hacer uso de la violencia y si crear espacios para la vida.
Hablamos con ella sobre su libro y las historias de muertos que aún se siguen contando en Colombia.
– www.barriosdebogota.com: En un país violento como Colombia, ¿qué hacemos para que los muertos no se cuenten así?
Mary Daza: Los muertos no se pueden seguir contando, ya es hora de decir basta a números y recordar que muchas viudas y huérfanos quedan muertos en vida cuando les matan el corazón del hogar, y esos muertos no van a las frías estadísticas del país; hay que decir un basta con energía y unirnos todos en una efectiva cruzada en pro del rescate de la paz para Colombia.
– ¿Lo que se vivió en 1991 fue más cruel que lo que sigue pasando en Colombia con las masacres de los grupos armados?
El conflicto ha aminorado, en cuanto a las masacres ya no son tan numerosas en víctimas, como en 1991, pero se siguen presentando, apenas esta semana el país acaba de sufrir el dolor de los cuatro militares muertos luego de un extenso cautiverio.
– ¿Considera que Colombia es un país sin memoria?
Totalmente, creo que hay un tanto de indiferencia con lo que ha pasado, aunque también puede que exista un olvido voluntario para poder llevar el dolor de la mejor manera; y ese es el problema: No es olvidando como vamos a salir del marasmo en el que estamos viviendo.
– ¿Fueron más crueles las matanzas de Urabá o las de la región del Magdalena Medio?.
El conflicto en Urabá alcanzó niveles de profundo dolor, pero creo que la matanza de El Salado y las del Magdalena Medio la superan en crueldad, de todas maneras comparar matanzas ya es de por sí terrible.
– Quienes no lo han hecho, ¿por qué deben leer este libro?
Por lo que me preguntaba antes: Para que no se nos olvide que los muertos, en Colombia, se siguen contando fríamente en esos pueblos de Dios y que no hay solución a la vista.
Los muertos no se cuentan así ni se deberán volver a contar así…
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