Por Jairo Cala Otero / Conferencista – Corrector y redactor de textos
Inquietos se han manifestado muchos hispanohablantes ante los sustanciales cambios -aunque no radicales ni complejos- introducidos a la Ortografía castellana. Esa inquietud resulta paradójica, pues mientras ha tenido vigencia la Ortografía que hoy utilizamos, aquellos ciudadanos no han sido tan cuidadosos en su aplicación.
¡Hasta verbalmente hay quienes cometen “infracciones” contra esas normas ortográficas! Luego algo está pasando entre quienes no son fieles seguidores del idioma, pero recurren a él en momentos de “ardorosa” necesidad: escribir una carta, enviar un mensaje por Internet, contestar un pliego de cargos o un agravio personal, proponer una idea o un acto copulativo, sugerir un negocio, etcétera. Están afanados por unos cambios que no los afectan, porque nunca han aplicado la Ortografía actual.
He escuchado exclamaciones como: “¡Ay, hijuemadre, ¿qué haremos ahora?”; “Huy, ahora sí se nos puso difícil la cosa”. “¡No, ahora sí nos jodimos. Nos toca volver a aprender a hablar y escribir”, entre otras no menos alarmistas sentencias. Creo que no es para tanto. Primero, no se conoce todavía la nueva Ortografía, pero ya se la está juzgando; segundo, nunca antes le ‘pararon bolas’ a cómo se utilizan las palabras en la escritura, pero ahora se dan golpes de pecho por unos cambios sencillos.
Lo que se ha sabido es que algunos de esos cambios favorecen a quienes, por pereza y desinterés frente al español, escriben erróneamente algunas palabras. Así tenemos, por ejemplo, que quienes escriben Irak, con k; guion, sin tilde; y 5 o 7, sin poner tilde sobre la conjunción ‘o’ para que no se confunda con un cero (se leería 507, en vez de cinco o siete), terminaron siendo favorecidos. Sí, porque la nueva Ortografía funcionará, en esos casos aquí citados, textualmente como lo anoté: Irak, con k; guion no llevará más la tilde; y las cifras no requerirán de esa ‘o’ con tilde.
Continúa…
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