Sí. Creo que sí. Medírsele a hacer una librería en plena crisis de lectura en el mundo es una locura. Y más en Colombia en donde escasamente cada nacional promedio lee un libro y medio al año, como sucede en buena parte de América Latina, excluyendo a Cuba en donde los isleños leen hasta 14 libros al año, y a México cuyo promedio va llegando casi a los 10 libros y a Argentina a siete, pero los demás países estamos en cuidados más que intensivos, casi moribundos. Por eso es una locura abrir una librería.
Y aún más, cuando los genios se inventaron la “tableta” y aunque sea por “chicaniar”, los poseedores se la pasan leyendo cualquier cosas con tal de que los vean con el aparato en las manos. Pero aún así, con toda la tecnología a la mano, no aumenta en número de libros leídos al año como tampoco aumentan las librerías.
“Luvina” es una rarísima excepción y todo por el acto demencial de Carlos Luis Torres, señora y tropa que decidieron llevar la contraria y echarle todo el carbón posible a este lugar en donde se puede tomar tinto y…también se venden libros.
La librería queda en un lugar en donde antes vendían pizza y los estudiantes de la Universidad Distrital, hacían “vaca”, pedían una “familiar” y luego se repartían los pedazos democráticamente. Pero Carlos Luis decidió quitar los hornos y el queso mozarella para poner en su lugar a Fuentes, Vargas Llosa, Juan Gabriel Vásquez y los más destacados contraventores de las leyes literarias como Gómez Jattim, Bukovsky y demás miembros de la trasgresión universal.
Y aún lo que es mejor, es que en lugar de pizza vegetarianas, Carlos Luis vende te de coca, cerveza milenaria, tinto hecho con café orgánico y convoca todas las semanas a los intelectuales del momento a leer poemas, a oír recitales con barítonos jóvenes y a presentar las más inmediatas novedades bibliográficas.
Es tan pequeña la librería que para poder compartir con los escritores, toca correr las mesas, quitar los libros, apagar la greca y prender el micrófono. Los que no alcanzan a entrar, les toca alargar los oídos, sentarse en el andén y escuchar las charlas.
¡Es una verdadera locura!
– ¿Cuál es el más lejano recuerdo que tienes con un libro en las manos?
No en mis manos. En las manos de mi abuela quién me leía en voz alta y cambiando de voz y tonalidad: El conde de Montecristo.
– ¿Había muchos libros en la casa paterna?
Muy pocos. Mi padre leía Tarzán de los monos. ¡Que mejor espacio para lo mágico!
-¿Cuáles fueron los primeros libros que tuviste en tus manos?
Después de Nostradamus, el árabe y el hijo del árabe, Julio Verne y luego Julio Cortázar.
– ¿Por qué la terquedad de abrir una librería?
Una librería verdadera es una excusa para vivir entre los libros. Un verso salva el día, un libro salva el mundo. Terquedad… sí…, terquedad de poeta.
– ¿Por qué un homenaje a la Luvina de Rulfo?
Porque en mi concepto es uno de los mejores cuentos latinoamericanos. Además los acontecimientos suceden en un pueblo (Luvina) situado en lo alto de una colina, y desde sus afueras allí habla un profesor que viene de allá con otro que va a subir. El dialogo es al final de un hombre sólo.
– ¿Cómo ha sido la respuesta de los lectores y tomadores de tinto?
Sorprendente. Contamos hoy con un grupo de amigos que son escritores, pintores, poetas, cineastas que abandonaron su condición de clientes para conformar lo que denominamos nosotros nuestro grupo base, íntimamente comprometido con comprar libros y participar activamente en todos los programas culturales de Luvina.
– ¿Qué planes se tienen para Luvina en los próximos meses?
Tenemos un solo plan: continuar realizando eventos culturales de gran calidad para consolidar, en un futuro no lejano, a Luvina como una esquina importante para medir la temperatura cultural de la ciudad.
– ¿Luvina es un delicioso lugar para tomar tinto y…vender libros?
Sin lugar a dudas…
– ¿Cuál ha sido hasta ahora el diálogo más “apetecido” y más concurrido en Luvina?
Muchos: Fernando Vallejo, habló sobre lingüística y literaura con los amigos de Luvina; William Ospina habló con Víctor Paz Otero sobre Simón Bolívar y la novela escrita sobre la Independencia; Tomás González habló con Luz Mary Giraldo y conmigo; también estuvo Guillermo Fadanelly (novelista mexicano); Roberto Resendis y Margarito Cuéllar (poetas mexicanos); pero también han estado peruanos, cubanos, alemanes, australianos etc.
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
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