No hay duda que las redes sociales como Facebook, Twitter y otras más se han convertido en una herramienta clave en la búsqueda de personas, protestas, marchas y encuentros en general.
En esta ocasión son varias las personas que se han sumado a exigir la libertad de Nicolás Castro, el joven que creo un grupo en Facebook en el que amenazaba con matar a Jerónimo Uribe, hijo del presidente de la República Álvaro Uribe Vélez.
De la misma manera, anoche en la ciudad de Bogotá un grupo de personas repartían papaya en la calle, en plena ciclocía nocturna, en la carrera séptima con calle 21, frente a la Personería, exigiendo la libertad de Nicolás.
Nicolás Castro es un joven de 23 años de edad y es estudiante de Bellas Artes en la Universidad Jorge Tadeo de Bogotá que fue capturado y, en menos de 24 horas, trasladado a la cárcel La Picota bajo medida de aseguramiento por el delito de instigación para delinquir, por el cual podría pagar una pena entre 6 y 15 años de cárcel.
Pero la pregunta que queda en el aire y que se hacen los seguidores de estos grupos es ¿se ha procedido de igual manera contra las ciento de amenzas que circulan en la red contra otras personas del común?. Tan solo la senadora Piedad Córdoba tiene grupos en los que incitan a asesinarla “Por qué no desaparecemos a Chávez y a Piedad Córdoba a plomo” y «Bomba Dirigible a Piedad Córdoba”, son dos de estas. Asimismo políticos y periodistas han sido blanco predilecto de estas amenazas.
El más simbólico y sonado de estos casos sin investigación es el del columnista Daniel Coronell, quien tuvo que exiliarse en 2005 para conservar su vida, la de su esposa y la de su hija de seis años. Los tres fueron amenazados con coronas fúnebres que enviaban con sus nombres, llamadas telefónicas en las que se describía el centro donde estudiaba la pequeña y el color de la ropa que llevaba, y mensajes a los correos electrónicos del periodista y su abogado.
Como las quejas de Coronell no tuvieron eco, él mismo se dedicó a buscar la identidad de sus enemigos hasta cuando encontró el computador desde donde se habían mandado varios de los mensajes. Pertenecía a un gran amigo del Presidente Uribe y protector de sus dos hijos: Carlos Náder.
Él admitió que los correos se habían originado en su ordenador, pero no reconoció ser su autor. La Fiscalía le abrió investigación, pero no se le ocurrió relacionar el tipo penal “instigación al delito de homicidio o terrorismo” que le endilgaron al universitario Castro.
Cuando tuvo que presentarse a declarar, Náder entró a la Fiscalía por el ascensor privado del Fiscal General, privilegio reservado para los grandes personajes, y fue perdonado, como correspondía, dadas sus circunstancias. ¿Será que aún la justicia sigue siendo para los de ruana?
El presidente venezolano Hugo Chávez no se queda atrás. Grupos incitan y preguntan qué estaría dispuestos a hacer para matar a Chávez. «Qué tanto estás dispuesto a hacer, pagar, ó contribuir para lograr el objetivo?… Cuéntanos!! todos estamos ansiosos por saber que podemos hacer. Yo me ofrezco de kamikaze, y tu qué harías para ayudarme?» son los comentarios que se encuentran.
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