Hace una semana se nos fue el más grande de los compositores que ha dado Colombia, el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez. El año pasado cuando se celebraba en Bogotá un espectáculo vallenato en su honor, tuve la oportunidad y el placer de estar en su casa al norte de la capital colombiana.
Era una fría noche bogotana que contrastaba con la belleza de la ciudad. Nos atendió en su cama, conciente y claro en lo todo lo que decía pero, muy, muy enfermo, hacía pocos días había sido trasladado de la Clínica Shaio a su casa y aún se encontraba convaleciente por la enfermedad que lo aquejaba y que finalmente se lo llevó a vivir en la «Casa en el Aire» que años atrás había creado para su hija Ada Luz.
Habló de vallenato y de todo lo que el folclor del Valle del cacique Upar le ha dado a Colombia. Recordó sus primeras composicones y cómo vivió la época de agricultor cuando dejó de estudiar en el Liceo Celedón.
A pesar de su enfermedad recordaba con gran lucidez y nostalgia toda esa época de amores y parrandas. En su casa múltiples cuadros de arte enmarcaban el espacio entre ellos obras de arte de su autoría y dos más del maestro colombiano Miguel de la Espriella «Noble, su gran amigo y un ferviente admirador de su obra.
Dijo que el vallenato se puede acabar si no se hace nada para defender los ritmos autóctonos, esos ritmos que son la verdadera esencia del vallenato y que le han dado identidad nacional e interncionalmente.
Manifestó que no tenía dinero y que las regalías de sus canciones no eran suyas, ya que las había perdido en un mal negocio hecho a cambio de un préstamo, o anticipo de regalías, de 150 millones de pesos, del cual todavía debía más de 80 a Discos Fuentes. Ese día se había lanzado oficialmente a nivel nacional el «Sombrero Escalona»
Como se lo expresó días después a Yamid Amat en una entrevista publicada por el periódico El Tiempo, «lo que más lo aterra es que tiene cáncer y su corazón ya no es el juguetón de viejos tiempos de amores y de aventuras en Valledupar.
Escalona sueña con una campaña para que el Estado le compre esa y todas sus canciones. Con dos objetivos: Que sus poemas sean un patrimonio nacional, para que su vida y su obra, de verdad, se inmortalicen. «Y, hombe, pa’ que haya con qué pagá mi entierro» . Escalona piensa que todo el mundo debe amar el vallenato».
En esa entrevista, Amat le pidió que hicieran un pacto: «Hagamos un pacto: No se vaya antes de que inauguremos el gran museo Escalona con toda su obra reunida y logremos declarar sus canciones patrimonio nacional… ¿Será que se puede?.
Le dije al Presidente de la República que me ayudara con una de tantas casas que le han decomisado a la mafia, para convertirla en escuela del vallenato, para enseñar el vallenato, el verdadero, porque ahora lo están tergiversando, interpretándolo como un rock and roll. Dijo que haría todo lo posible por conseguir la casita para la fundación».
Escalona se marchó y hoy el Estado colombiano debería iniciar una campaña para que sus canciones sean declaradas patrimonio nacional de la cultura e idiosincrasia nuestra para que las regalías lleguen al destino que deben llegar y no al bolsilo de unos pocos.
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