A veces el rojo que escurre por tus campos me alcanza a manchar los zapatos, y no te lo niego, he empacado mis maletas para abandonarte, indignada y rabiosa. Luego recuerdo a mi madre, ella, que es hija tuya con todo su corazón y nació en medio del verde consecuencia tuya, se baño en tus arroyos y se subió a tus árboles. Entonces, casi recuerdo lo que no viví por medio de su sonrisa y la luz en los ojos, y el amor me vuelve al cuerpo.
Querida patria mía, el sol ha salido a mi encuentro en el llano en donde has criado en estos campos a ganado; he casi levitado por tu eje cafetero y olido el amanecer en las plantas que perfuman todo el territorio; si, he caminado por tus montañas y conocido a tus hijos más cercanos del campo, que sin dudarlo dos veces me han aceptado como su hermana ofreciéndome una vasija rebosante de chicha. Vuelvo a los orígenes de esta tierra en las manos que me ofrecen, y entiendo que el fuego que corre por tus aires, es solo la consecuencia de unos pocos hijos descarriados que no te han amado como lo mereces y buscan una herencia que no tengan que compartir.
En mi rebeldía salí a buscar otro rumbo, y volví a ti, encontrando todo lo que afuera vi, entendiendo que mientras puedo ver lo que otros han hecho afuera, aquí en mi hogar, puedo ser hacedora. Y no me importa ahora si jamás llegas a ser como los demás, si sigues perteneciendo al tercer mundo, porque lo que tienes es único y es un privilegio vivir en tu paraíso: poder respirar aún sin toser, nadar junto a peces, comer la fruta desde su árbol…
También tu capital ha sido un jardín con edificios nacientes bellos e inspiradores y una cultura oculta y lenta que ha venido desnudándose a través de los años. Aunque así lo pensé, nunca has escondido los misterios del mundo para dejarme en ignorancia, solo me has mostrado que con esfuerzo los apreciaría más y formaste el carácter fuerte que en ningún otro lugar de la tierra podría forjar.
Querida Colombia, son tus hijos los más valientes; algunos de ellos escondidos del resto del mundo morirán en el anonimato, pero habrán transformado a su paso el camino pedregoso en un pedacito de cielo y esto es un triunfo. Estos hijos que tú has criado, han sabido crecer en una tierra dulce y paradójica llena de espinas y cardos pero también de leche y miel.
En este terruño de Dios, hay que ser virtuoso para poder vivir en verdad y hay que entender lo que es vivir para ser feliz. Ahora maduras y creces a una velocidad impresionante, y aunque la presión exige que te enfríes, has decidido permitirte una adultez afable donde nos enseñas a sonreír con el tiempo encima y los bolsillos vacíos, y aunque pocos de tus hijos traten de quitarte la inocencia, el aire suave que corre por tus senderos siempre nos recordará que en tu casa, cada hijo será afable y feliz a pesar de los pesares.
Liza Johanna Ariza T.
(*) Esta es la carta ganadora de la convocatoria “La carta más linda a Colombia” convocada por Radio Santa Fe, Libros y Letras, Periodismo Sin Afán, Redes Kreativas, El buque de papel, Sector H y Urbana Comunicaciones y premiada el pasad0 20 de julio.
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