Colombia enfrenta un reto de transición nutricional, debido a la importación de cientos de productos ultraprocesados, formulaciones listas para consumir basadas en sustancias refinadas con una cuidadosa combinación de azúcar, sal, grasa y varios aditivos, entre los que se encuentran bebidas azucaradas, snacks y comidas rápidas.
La anterior es una afirmación del profesor John Jairo Bejarano Roncancio, del Departamento de Nutrición Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), que aparece en el artículo de análisis publicado en la edición 197 de UN Periódico, donde se destaca que el país enfrenta un reto de transición nutricional, debido a la importación de productos ultraprocesados.
Cuatro años después de entrar en vigor el acuerdo con los estadounidenses, urge implementar políticas de salud pública e información que protejan al consumidor y garanticen la seguridad alimentaria y nutricional, o reevaluar las existentes, para cumplir con el derecho a una alimentación saludable.
Según el experto, estos productos ultraprocesados han ingresado al país desde hace varios años. En 2010, la Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia evidenció que el 15,2 % de los colombianos, entre 5 y 64 años, consume diariamente alimentos de paquete, un 22,1 % gaseosas o refrescos y un 36,6 % golosinas o dulces.
Un año antes, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos (ENIG, 2009), casi la mitad de las calorías compradas en los hogares colombianos se derivó de ingredientes culinarios elaborados (28,4 %) y de alimentos y bebidas ultraprocesados (16,8 %). Una realidad que contrasta con otra no menos preocupante, apenas el 22 % de los colombianos consume frutas enteras diariamente, según el Perfil Nacional de Consumo de Frutas y Verduras, publicado por el Ministerio de Salud y Protección Social, y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Esta calidad de nutrición influyó en el tipo y en la calidad de la dieta, por consiguiente, en la composición corporal de los individuos (transición nutricional), y pudo haberse agudizarse con la entrada en vigor, hace cuatro años, del Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos.
Según el DANE, en 2013 se registraron compras nacionales por valor de 238 millones de dólares en alimentos y bebidas, destinados al consumo de los hogares, y 874,8 millones de dólares en alimentos procesados. Esto se une a un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dado a conocer en 2015, que reveló que las compras de comida rápida per cápita aumentaron casi un 40 % entre 2000 y 2013 en América Latina. Con base en datos de los 13 países estudiados, estas se incrementaron en un 100 %, o más, en Bolivia, Chile Costa Rica, República Dominicana, Perú y Colombia.
Economía ¿a qué precio?
Los productos ultraprocesados “se caracterizan por poseer un alto contenido de calorías, algunos, colesterol y grasas trans (cuando se agrega hidrógeno al aceite vegetal), que afectan la salud cardiovascular. Este último y otros ingredientes como aditivos químicos permitidos se añaden para potenciar el sabor y conservar el producto”, afirmó el profesor Bejarano.
Los colombianos, aparte de estos nuevos hábitos nutricionales, nos vemos afectados por factores como el sedentarismo que han provocado, además, una transición epidemiológica, con alta prevalencia de enfermedades crónicas y degenerativas, como obesidad, diabetes, hipertensión arterial, algunos tipos de cáncer y enfermedad cardiocerebrovascular, todas asociadas con estilos de vida no saludables.
Lecciones para Colombia
Para el investigador, ante este desfavorable panorama, se necesita claridad del costo-beneficio de los tantos productos a los que tienen acceso los colombianos, además de herramientas para identificar y entender el tipo de ingredientes y su contenido nutricional, fijados en la etiqueta. De esta manera, el consumidor podrá tomar la decisión de compra-consumo y aprovechamiento biológico de los ultraprocesados, así como el fortalecimiento del marco regulatorio comercial de protección al consumidor basado en evidencia científica.
Las manifestaciones del TLC son reales, plantean un problema obesogénico (relacionado con ambientes sedentarios y el consumo de alimentos muy energéticos) que debe enfrentarse con intervenciones sanitarias colectivas de la autoridad competente.
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