Uno de los artistas colombianos que cada día evoluciona y no se queda en una sola exploración pictórica es Mauricio Zequeda. El ganador del Premio Botero en el año 2007 en Colombia, busca y se recarga en la observación de los niños para crear su más reciente serie pictórica.
“Los niños lo ponen a pensar mucho a uno por su pureza y eso se ve reflejado en mis pinturas actuales” afirma. Precisamente esa muestra enmarcada y enfocada en los niños, se puede apreciar en la Galería Cero de Bogotá desde este martes 28 de enero y por un mes continuo.
Esta es una relación directa entre adultos y niños y ese espíritu infantil. En la exposición denominada Juegos de dioses, se encuentran niños en movimiento que están ejerciendo una función especial, “en todo hay niños porque así uno se envejezca siempre va a tener el carácter infantil”, dice Zequeda.
Y afirma que «hay mucho color ya que los niños sueñan de muchas maneras y están muchos de sus juegos, los saltos, tirar piedras al mar, entre otras. La idea es acercarnos a lo que es uno porque nunca se deja de crecer ni de aprender».
Además del Premio Botero, Zequeda también ha obtenido distinciones como el Primer lugar en Dibujo en la FIAT de Santo Domingo, República Dominicana. Primer puesto dibujante en la XVII Feria Internacional de Arte (FIA), Caracas, Venezuela, el primer puesto en el Octavo Salón de Agosto del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, entre otros.
“Ninguna de mis obras se parece a otra y mantengo una búsqueda constante de un lado al otro. Hace dos o tres años venía trabajando una serie oscura titulada Dibujos negros y buscaba trabajar la luz y ver cosas muy luminosas en espacios muy oscuros.
Dependiendo los ambientes de la ciudad o lugar donde me encuentre así son mis obras, por ejemplo en Bogotá dibujo y pinto algo muy gris y tenue, en cambio en zonas cálidas y luminosas mi pintura es más pura y el color más libre y limpio, creo mucho en la psicología de los objetos.
Premio Botero
Sobre la importancia y reconocimiento que le dio obtener este premio, el artista dijo que «Es un premio codiciado y mucha gente quiere que el premio vuelva y reaparezca ya que le dio un empujón muy grande al arte colombiano, algo muy alto y más de la cuenta, es un premio codiciado por muchos, envidiado por un resto, pero es como llegar al Himalaya y encontrarse con un océano que no se conoce. Uno vuelve a empezar de cero como si no se hubiera ganado nada, porque es como llegar a una cima y luego… baje y vuelve y empiece; uno se siente muy solo porque uno no sabe para dónde va.
Fue algo muy importante en mi vida, aprendí mucho pero sabía que en adelante la exigencia tenía que ser mucho más alta, entonces hay una presión de la exigencia interna, más la externa, la exigencia del público, de las galerías y de un poco de cosas; pero uno se llena de compromisos y eso le quita cierta tranquilidad a la trayectoria si una persona es muy libre y no está acostumbrada a estar bajo presión todo el tiempo. Este fue un premio que me permitió tomarme un año sabático y poder hacer lo que realmente quiere hacer». afirmó.
La obra ganadora se llamaba Algo más que un rincón que era la historia de un “cambuche”, realizado en carbón y pasteles sobre tela.
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