Enrique Patiño es de esos colegas que permanece las 24 horas del día creando y reinventando cosas. Si no está redactando una nota periodística encuentra en la literatura la mejor manera de narrar el periodismo, o con la fotografía, su otra pasión, logra ver desde la perspectiva de la belleza la realidad de la cotidianidad que quizá el mismo periodismo no deja profundizar.
Es, precisamente, en la fotografía que encontró la mejor forma de comunicarse cuando, a la edad de 18 años, invadido por la soledad y lejos de su país, retrataba los paisajes suizos como una forma de exorcizar sus pensamientos y evitar la locura.
Después de muchos años capturando imágenes, Enrique Patiño realiza su primera exposición en Bogotá, a partir del 17 de Enero (Salón Lancaster del Hotel Lancaster House y Apartasuites), que lleva por título “El agua que fluye”, en la que mostrará como eje temático el agua desde una óptica distinta a la de la necesidad o el placer cotidiano.
“Lo que intento es interpretarla desde otro punto de vista a partir de nosotros, los seres humanos, quienes más la usamos, quienes más la contaminamos, quienes más la hemos puesto en jaque”.
Enrique, que sigue ultimando detalles para esta presentación, dedicó unos minutos para dialogar con nosotros, en el que compartimos sus experiencias a través de sus imágenes.
– ¿Cómo fue tu primer acercamiento con la fotografía?
Ocurrió por soledad. Viajé a Suiza, cuando apenas tenía 18 años, por una invitación de un hermano que vivía en este país alpino. Iba a estudiar alemán, pero los costos de la escuela frustraron mi estudio y me hicieron renunciar al idioma al mes de haber llegado. Terminé trabajando en una casa de montaña, viviendo como ilegal sin lograr recuperar por años el dinero para comprar el tiquete de regreso, e invirtiendo lo poco que ganaba en rollos para hacer imágenes del lugar. La soledad era tanta y la imposibilidad de comunicarme tan grande, que la fotografía y las palabras que escribía en un cuaderno eran mi escape y mi manera de mantenerme cuerdo. Cinco años después pude pagar el tiquete de regreso.
– ¿Qué es una buena fotografía?
Ahora que abundan las cámaras abundan las fotos. Y esa democratización es buena porque permite ampliar el concepto de lo que es una buena fotografía, pero también obliga a ser más estrictos con la propuesta. Una buena fotografía, hoy y siempre, es la que obliga a detenerse frente a ella. Es el instante congelado que hace que uno se refrene del deseo inmediato de pasar la página y la mire dos veces e intente encontrar un significado oculto tras lo visible. Mis colegas, los reporteros gráficos, son admirables en su trabajo en ese sentido.
– Tu mejor foto ha sido…
Las mejores fotos son siempre cambiantes. La que tomaba al inicio con una cámara Olympus Ee y me parecía genial ya no me gusta. La que le tomé a la actriz Martina García, flotando como un nenúfar en una tina, me gusta ahora y quizás en un par de meses ya no sea la favorita. Sin embargo, las fotos que realmente uno ama son las que inspiran un tipo de conexión profundo: las de mi hija y mi esposa, o aquella de un niño que pasó corriendo al atardecer en una playa y quedó congelado contra el sol en mi lente.
– La foto que sueñas tomar es…
En mi trabajo gráfico busco desligarme del periodismo para buscar otro tipo de narrativa. Cuesta, porque el periodismo es una camisa de fuerza que obliga a contar las cosas con cierta obviedad porque cada vez los espacios son más reducidos. Por ahora sueño con retratar personajes y darles un vuelco para que no sean necesariamente los que siempre hemos visto, sino otros, transformados por elementos como el agua. Sueño con retratar el país invisible y exaltar a su gente con imágenes que profundicen en su belleza.
– Usualmente, ¿qué temáticas plasmas en tus fotos?
En los últimos años el tema del agua ha sido vital y ha sido el hilo conductor de mi trabajo. Primero como líquido solo, y ahora como un elemento que entra en conexión con las personas y las transforma. No uso Photoshop por un principio de respeto a lo natural, y apenas arreglo las curvas de color y hago los ajustes necesarios con un programa menor. Creo que la influencia del agua determina esa naturalidad, esa narrativa. Busco personas para que participen porque me gusta esa incertidumbre que genera cada ser humano. De alguna forma, es una entrevista, pero en silencio, realizada con imágenes, para comprobar cómo reacciona y qué surge de ello. Es una forma silenciosa de periodismo.
– Llevas acabo tres oficios: la fotografía, el periodismo y la literatura, ¿con cuál sientes mayor identificación? ¿Con cada una expresas lo que quieres narrar?
Mi oficio es el de periodista, pero oficio no necesariamente se traduce en algo que haga plena la existencia. Secretamente he ido trabajando otros textos y aspirando a la literatura porque siento que todo lo que hecho en el periodismo ha sido una búsqueda de lo literario: leo más libros que periódicos, sé más de autores que de colegas, me apasiona crear propuestas que se salgan de la estructura tradicional y ese riesgo me ha llevado a creer que, con el respeto que le profeso al periodismo, es posible dar un salto al lado y crear -a través de las imágenes y de la ficción- mundos paralelos. No mejores. Pero sí suficientes como para plantear mis dudas existenciales, para crear otras formas de belleza, para narrar algo más de lo que narro en el periodismo del día a día. Creo que me brotan las historias y cada oficio me permite contarlas desde una óptica distinta.
– ¿Qué veremos en tu primera exposición fotográfica?
La relación que tiene el agua con los seres humanos. Somos agua, provenimos de ella, pero se ha convertido en un elemento tan cotidiano que es casi imposible pensarla distinto a lo tradicional: el mar es el mar: un vaso de agua es un vaso de agua. En la exposición habrá veinte retratos o visiones sobre el agua, que irán desde el proceso de refracción hasta el de riego, pasando por la transparencia o el rocío. Nada -como ocurre cuando un elemento entra en el agua- será tan sencillo como lo que sugiere su nombre: ese requiebre del agua también se da con las fotos.
– ¿Qué mensaje quieres entregar cuando las personas vayan a ver tu trabajo?
Lo que intento es interpretarla desde otro punto de vista a partir de nosotros, los seres humanos, quienes más la usamos, quienes más la contaminamos, quienes más la hemos puesto en jaque. La intención es dar a entender que nos concierne. Que el ser humano debe reinterpretar su relación con el agua si quiere protegerla y evitar un futuro sediento, como ya nos sucede. No es un discurso político, sino que busca concienciar, a través de una propuesta distinta, lo que los mensajes ambientalistas ya no logran.
Por: Ileana Bolívar
(Libros & Letras/Periodismo Sin Afán)
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