Una encuesta adelantada por Diego Quijano Prieto, estudiante de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) a 385 personas en un hospital de primer nivel de complejidad en Bogotá, determinó que el 62,5 % de la población encuestada desecha los medicamentos vencidos en la basura corriente, el 7,4 % en el desagüe de los baños, y solo el 6,6 % los arroja en un sitio especializado.
Actualmente las normas colombianas indican que los medicamentos sobrantes se deben depositar en “puntos azules”, los cuales están a cargo de entidades trasportadoras para llevarlos hasta sitios especializados para incinerarlos.
“Encontramos que la mayoría de los pacientes no conoce los puntos azules, pero cuando se les pregunta si desechar los medicamentos vencidos en el desagüe o en los basureros puede ser perjudicial para el medioambiente o para las personas, si conocen de este aspecto”, comenta el estudiante Quijano.
En cuanto a los medicamentos sin utilizar que no están vencidos, la encuesta también mostró que el 64 % de las personas los botan a la basura, el 8 % en el desagüe y solo el 3,1 % en un sitio especializado. Al preguntarles a los pacientes por qué desechaban medicamentos que aún no estaban vencidos, el 40 % respondió que mejoraron antes de terminar el tratamiento y el 17 % reconoce que les recetaron más de lo necesario. “Vale la pena cuestionarnos si las personas están siendo bien formuladas, si están teniendo adherencia al tratamiento y si les están dando un uso correcto de los medicamentos”, agregó el investigador Quijano.
Se requiere ecofarmacovigilancia
Por su parte, José Orozco y Esperanza Holguín, docentes de Farmacología de la U.N., explican que incluso muchos laboratorios farmacéuticos producen más medicamentos de los que logran vender, dejando remanentes. “Muchos principios activos de los medicamentos llegan al medioambiente y se mantienen allí. En el agua de consumo humano también se han encontrado en cantidades muy bajas. Varios estudios indican que esas cantidades tan pequeñas de medicamentos logran producir efectos importantes en algunas especies distintas a los humanos, como los microorganismos y peces”, agregó el docente Orozco.
Este se ha convertido en un tema de interés para la comunidad científica que ha venido utilizando el término “ecofarmacovigilancia” haciendo referencia a la necesidad de vigilar los efectos adversos de los medicamentos en el ambiente. En el país aún no hay una legislación fuerte al respecto, aunque desde el Ministerio de Salud y Protección Social se han venido adelantando algunas iniciativas.
Se espera formalizar un convenio entre la U.N. y MinSalud para llevar a cabo una encuesta más amplia y así obtener mayor información que sirva como herramienta para formular nuevas políticas de regulación.
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