Cartagena tenía muy buenas fortalezas exteriores. Estaba totalmente amurallada y disponía de 425 cañones y 50 piezas entre obuses y coronadas. Entre tropa regular y milicia contaba con 3.000 hombres, además de 600 indios flecheros y 6 barcos con 240 cañones, una flota de 6 galeones tripulada por 300 marinos, una flotilla de embarcaciones menores y una fragata francesa de 30 cañones. Tres mil 600 hombres la defendían; 2.500 eran veteranos de guerra y 1.800 marinos expertos, mestizos, indios y negros.
Estaban bajo el mando de don Sebastián de Eslava, teniente general de los reales ejércitos, nombrado en 1739 nuevo virrey de la Nueva Granada. Era un hombre valeroso, de gran pericia y previsión. Había pedido refuerzos a España con municiones y pertrechos. Curiosamente, la corona respondió con diligencia poniendo a su disposición 3 batallones con las banderas de España, Aragón y Granada y abundante acopio de armas y municiones.
El segundo del virrey era don Blas de Lezo y Olavarrieta, curtido y valiente combatiente, nacido en Febrero de 1689, en Pasajes, pueblo de Guipúzcoa. El 24 de Agosto de 1704, a los 17 años de edad, durante la batalla de Vélez-Málaga, el intrépido marino vasco había sido alcanzado por la bala de un cañón que le arrancó la pierna izquierda por debajo de la rodilla. En medio de la guerra de Sucesión en España Blas de Lezo aún era aprendiz de guardiamarina en las tropas hispano-francesas que frente a las costas andaluzas trataban de recuperar el control del Mediterráneo que había caído en manos anglo-holandesas.
Apenas iniciada la batalla, cuando con otros tripulantes se ocupaba de mantener constante el fuego de los cañones de su nave, el joven marino había perdido el primero de los tres órganos vitales de su cuerpo que a lo largo de la vida le cobraron las victorias y las derrotas militares. El aprendiz tuvo que ser llevado a un remedo de enfermería donde terminaron de amputarle la pierna y le fueron selladas las carnes sangrantes con brea caliente.
A los 18 años de edad Blas de Lezo fue ascendido al grado de teniente de navío y destinado a Tolón, en Francia. Allí, durante un enfrentamiento con una escuadra naval de Saboya, una esquirla le hizo perder el ojo izquierdo. 10 años más tarde, en Septiembre de 1714, durante el sitio de las fuerzas borbónicas contra Barcelona, en el cual 5.500 hombres perdieron la vida y 11.000 resultaron heridos, Blas de Lezo capitaneaba el Nuestra Señora de Borgoña, una nave de 70 cañones, bajo el mando supremo de Jean-Baptiste Ducasse. Su nave se había arrimado tanto a una muralla, que una bala de mosquete le destrozó el codo derecho dejando inútiles su antebrazo y su mano. Veterano de más de 20 expediciones, terror de los piratas en el mar del sur y finalmente heroico defensor de Cartagena de Indias, Blas de Lezo no había perdido ni arrojo ni valor por el hecho de haber perdido batallas y partes de su cuerpo.
Por el contrario, todos estos trágicos episodios de su vida le permitían no sentir miedo del combate. Después de 40 años de servicio militar, Blas de Lezo había sido nombrado comandante de apostadero en Cartagena, en 1737.
El gobernador Melchor Navarrete se ocupaba afanosamente de la organización de la defensa de la ciudad. Como había previsto incluso un ataque por tierra, hizo retirar todo el ganado que pastaba en los alrededores de Cartagena para que el enemigo no pudiera conseguir alimentos. Navarrete había ordenado que se estableciera un cuerpo de defensa en Tolú. Hizo preparar y entrenar a los 1.100 soldados españoles, a los 500 criollos y 600 indios, junto con las 6 naves tripuladas por 400 soldados y 600 marinos.
En el mar, Blas de Lezo también había iniciado sus propios preparativos colocando sus 6 embarcaciones en lugares estratégicos de la bahía interior. Frente a Bocagrande había puesto al Dragón y al Conquistador. En la entrada de Bocachica fueron asignados el San Carlos, el África, el San Felipe y el Galicia. Igualmente se había decidido poner una cadena más para cerrar el acceso por mar y se tomaron disposiciones para reforzar el Castillo de San Luis.
Por Jorge Consuegra
* Tomado del libro Mar de Sangre de Arturo Aparicio
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