Cuando leí El capítulo de Ferneli– creo que fue en 1992- me sorprendí porque creí que leer primera obra de un autor desconocido era una especie de aventura a la que uno, como lector empedernido debe arriesgarse. Y me lancé al agua, la leí y me gustó. Pero me gustó la forma desapacible como Chaparro abordó el tema, con mucha picardía, con una buena dosis de humor, con una especial elegancia hablando de sus personajes. Aún su libro está allí en mi biblioteca, con varias anotaciones al margen- heridas en el libro que los ortodoxos no toleran-, con frases subrayadas con bolígrafo y resaltadas en amarillo.

No leí Si los sueños me llevaran hacia ella pues aunque la pregunté en varios lugares, ésta brilló por su ausencia, seguramente por ella se lo llevó en sus sueños…Pero sí leí No me olvides cuando mueras que me la prestó un amigo y la devolví, así no lo crean.

Luego leí apartes que Chaparro escribió sobre cine y música y tengo varios recortes de sus comentarios sobre el celuloide y el jazz. Sobre esto último, hemos hablado en algunas oportunidades y me hace enamorar más de este género tan especial en la música del mundo.

Ahora Hugo Chaparro va a presentar El discreto encanto de los melancólicos que aparecerá con Ediciones B en la Feria del Libro.

Quien tuvo primero el original en sus manos fue Phillipe Vergnaud y cuando lo terminó, me envió un “twitt”- eso es estar al tanto en las comunicaciones modernas- y en 140 caracteres me dijo que le había cautivado la propuesta de Chaparro.  Inmediatamente se la envió a Alfonso Carvajal, director editorial y éste se puso, en forma inmediata, a darle forma de libro, cuadrar con Chaparro el tamaño, la caja tipográfica, la portada y ponerlo, de una vez, en la programación de la Feria en Mayo.

Justo ayer leí las pruebas azules y, al igual que a Philipe, también me cautivó y sé -no tengo la menor duda- que sucederá lo mismo con decenas de lectores.

Pero…recordemos un poco a Hugo Chaparro, creador, fundador, director, administrador, alma y nervio de “Laboratorios Frankenstein”.

– ¿Cuál fue el primer libro que usted tuvo en sus manos?
– Antes que un libro, fue una colección de revistas: Selecciones de Reader´s Digest. Después los cómics de “Chanoc”, “Memín Pinguen” y los ejemplares en color sepia de “Santo, el enmascarado de plata”, que con su color sepia me parecían asquerosos pero ideales para presentar sus historias truculentas. También disfruté de los cómics que parecían pornografía de ultratumba cuando aparecía una nueva historieta del muy célebre “Dr. Mortis”: Sus imágenes me producían pesadillas y me sumergieron en el insomnio crónico que me acompaña hasta hoy. El primer libro fue un texto escolar para aprender inglés que mostraba a un niñito pelirrojo y pecoso que me decía en su carátula ¡Hello!, dándome la bienvenida a la geografía anglosajona a través de su idioma, después de sus ficciones novelescas y, luego, de sus películas. 

– ¿Qué recuerdo especial le trae éste continuamente?
– Saber que el mundo puede entenderse con imágenes -en el caso de los cómics- o ser una fiesta con distinta lógica cuando se cruza el umbral de un idioma a otro.

– ¿Usted era “activista” de los Centros Literario del colegio?
– Nunca he sido activista de nada que no sea la escritura y la soledad que permite para encontrar un lugar seguro donde la ficción sea la mejor de las realidades posibles.

– ¿Cuál fue el tema del primer cuento que escribió?
– La sed de un vampiro travesti al que delata su disfraz escandaloso.

– ¿Qué tanto “laboratorio” tiene su bilbioteca?
– Todo el laboratorio autobiográfico que permite registrar el pasado en los libros leídos.

– ¿Por qué eligió de mascota a Frankenstein y no a Drácula?
– Porque cualquier escritor es como la Criatura del Dr. Frankenstein, con los miembros dispersos del cuerpo de la realidad construye sus propios engendros, que pueden llamarse novelas, cuentos, poemas, guiones cinematográficos.

– ¿En Colombia hay más escritores “Dráculas” o “Frankensteins”?
– Dráculas: todos queremos darnos en la vena del gusto cuando escribimos y, con suerte, cuando somos leídos -si alguien nos lee.

– ¿Cuál fue el tema de su primer libro?
– Mi primera novela se titula El capítulo de Ferneli y trata sobre el miedo ante el estado de caos generalizado en el que puede vivir alguien sometido a los noticieros que reciclan día tras día una tragedia implacable.

– ¿Fue un libro para lectores especiales, exclusivos o “normales”?
– Cualquier lector es una criatura especial.

– ¿Colombia tiene cara de melancolía?
– La melancolía es suave. La cara de la geografía doméstica a la que una ilusión, el Sagrado Corazón de Jesús, se olvidó de ayudar hace años, es de absoluta tristeza, de horror en su ruindad humana y de esperanza en los que quieren conjurar el caos nuestro de cada día.

– ¿El discreto encanto de los melancólicos es un libro que podrá leer “el doctor ternura”, Francisco Santos o Sofia Vergara?
– Vaya, en realidad no me interesan absolutamente para nada los personajes mencionados -¿Debería? ¿Y quién es “el doctor ternura”? ¿Algún producto del folclor nacional hecho jet set parroquial?

– ¿Qué quiere mostrar con este su más reciente libro?
– Un estado de ánimo a través de los personajes que lo protagonizan y definen el peso de su pasado en las historias que harán parte del presente cuando alguien las lea.

– ¿Después de esta melancolía, está preparando una sonora carcajada?
– Si la realidad permite lo que la ficción enseña: Salvarnos ante el desastre.

Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)