Prepagos de Bogotá

Por: Yeiver Rivera Díaz
En días pasados el Canal Caracol lanzó al aire la telenovela inspirada en el libro de Gustavo Bolívar “Sin Tetas no hay Paraíso”. Esta producción narra la historia de varias adolescentes que tienen que prostituirse para poder conseguir todo lo que necesitan. Unas lo hacen por gusto y otras más por necesidad.

Pero esta historia no está para nada alejada de la realidad, ya que fue inspirada en algunas vivencias personales del escritor. En la actualidad en la mayoría de los barrios de Bogotá y de las ciudades más importantes de Colombia y el mundo, viven no una sino ciento de estas mujeres que han dejado todo en sus pueblos y ciudades natales con el único objetivo de conseguir un “rato” de goce y disfrute y otras para ayudar a sus familias con el dinero que se ganan como damas de compañía o ejerciendo la prostitución.

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Las Sofisticadas
Diana* es una mujer de 22 años de edad que llegó a Bogotá proveniente del Valle del Cauca a estudiar su carrera profesional en Comercio Internacional. Desde el primer día que pisó suelo capitalino se interesó por el mundo de las damas de compañía pero no llevó a cabo su propósito sino hasta que una de sus compañeras de universidad la invitó a hacer parte de una fiesta que ofrecería un alto diplomático.

Es una mujer callada, muy elegante y sobria al vestir y de modales refinados. Empezar a hablar con ella no fue fácil por sus continuas evasivas al momento de abordar el tema, pero después se desinhibió y nos contó parte de la historia de su vida.

“En este mundo me inicié como dama de compañía únicamente, el trabajo no implicaba acostarme con ningún cliente, cuando lo empecé a hacer fue porque me gustaba y no porque me hiciera mucha falta el dinero, aunque cuando a uno le llega una platica aparte de la que te mandan tus papás, esa no cae mal”

Desde la primera reunión a la que asistió hasta hoy ya han pasado 3 años y Diana ha recorrido todas las regiones del país y varias veces ha salido de Colombia en compañía de empresarios, políticos, dirigentes y personas que pagan por estar con ella.

– ¿Se ha acostado con algún cliente?
“Sí claro, con varios. A nosotras nos pagaban entre 500 mil y un millón por acompañar a una persona una noche; al comienzo íbamos a sus reuniones, les servíamos de compañía esa noche y luego nos despedíamos, pero no pasaba nada más. Pero cuando uno le gusta al cliente y él te ofrece pagarte el doble o hasta el triple para que se acueste con él, uno lo piensa y al final… acepta.

– ¿Su familia sabe algo de su “trabajo”?
Para nada, ellos creen que yo estoy acá estudiando y trabajando y nada más y cuando me vienen a visitar cambio de celular y me comporto como la adolescente que salió de su casa y ya.

– ¿Cómo hace para que no se den cuenta entonces de los ingresos que tiene?
Yo les digo que estoy trabajando en una empresa donde me pagan muy bien y que el cargo que tengo me da tiempo para estudiar y trabajar.

– ¿Qué es lo más complicado de ser dama de compañía?
Tener que esconderse y ser una persona anónima porque la gente que se entera de lo que uno hace te dice que eres una prostituta y te discrimina. Por ejemplo, los sitios que frecuentamos o a donde asistimos tenemos que estar seguras que no va haber nadie que nos conozca porque o sino, se nos acaba el anonimato. A Colombia viene mucho extranjero buscando la mujer de acá porque somos lindas y muy complacientes, entonces a ellos no les importa pagar lo que uno les pida con tal de pasar una noche feliz.

– ¿Lo hace por dinero o gusto?
Yo lo hago más porque me siento bien con esto. Mis padres me dan estudio ropa, lo que les pida, pero es bueno estar en buenas reuniones con gente importante que lo hagan sentir igual a uno y que además te paguen por eso, ¡grandioso!.

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– ¿Cómo son los viajes internacionales y sus gastos?
A nosotras nos mandan la plata por adelantado, los tiquetes y todos los viáticos. Cuando llegamos ya tenemos todo listo, donde llegar y alojarnos y ellos después nos recogen en el hotel. En algunas ocasiones, quienes nos manejan, nos han mandado a varios sitios selváticos a atender a personas muy importantes que están secuestrados y quienes los tienen allá nos contactan para que no se desesperen tanto, pero esos son trabajos muy peligrosos porque se está sola en sitios donde uno no sabe si va a regresar; aunque pagan muy bien.

– ¿Quiénes las «manejan» a ustedes?
Personas que nos consiguen clientes y a las que hay que darles un porcentaje de nuestro trabajo. Ellas ganan por los dos lados; le sacan al que contrata y nos piden a nosotras también, son muy aprovechados.

– ¿Ha tenido problemas con algún cliente?
Yo gracias a Dios no, pero sé de muchas compañeras que han sido secuestradas por clientes y las han tenido encerradas por dos, tres días y en un descuido de ellos nos llamaban a nosotras y llegábamos con la policía y las liberábamos. Esta “profesión” es muy cruel, no es como muchos piensan que nos ganamos la “plata fácil”, eso no es así, nos toca someternos a tratos sadomasoquistas con clientes que nos piden algo especial. El problema más complicado es que cuando no queremos hacer lo que ellos nos piden nos maltratan físicamente y nos tratan mal.

Lo que sí me ha pasado es que una vez estando con un cliente llegó la esposa de él que estaba de viaje y se formó un problema grandísimo, a mí me toco salir corriendo y después me mandó la plata a mi cuenta, afortunadamente no se me perdió ese «trabajo”.

– ¿Hasta cuándo piensa seguir en este «trabajo»?
Hasta que el cuerpo me aguante. El problema es que si me salgo de aquí qué me pongo a hacer, no sé trabajar en nada más y mi carrera todavía está a medias y en ninguna oficina me van a pagar lo que me gano en una noche, ni en un mes me pagarían algo así.

– ¿Cuánto se gana en una noche?
Eso es relativo, a veces hay clientes buenos que nos pagan bien pero también encontramos unos muy tacaños. Lo que más me he llegado a ganar fueron diez millones, eso fue en México en un viaje, pero esos clientes son escasos, ya no hay.

Diana termina de fumarse su cigarrillo, se despide muy amablemente y se marcha con su contoneo de caderas y su picardía. Esta noche tiene una reunión y cuenta con el tiempo justo para ir al salón de belleza a arreglarse y esperar por el cliente que pronto pasará a recogerla.

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La Matrona

Pero para que estas mujeres encuentren con facilidad personas que estén dispuestas a pagar bien por sus servicios sexuales, tienen que haber quién les proporcione o las ponga en contacto con ellos. Una de ellas es Eloisa* quien alquila cuartos en un inmenso apartamento en el sector de La Floresta de Bogotá. Lleva más de 20 años en este oficio, pero lo más sospechoso y casual es que quienes viven en estas residencias son únicamente mujeres, las que no sobrepasan los 25 años de edad.

Ella les presta todos los servicios que sus huéspedes necesitan. En su casa no falta la buena comida, empleada del servicio doméstico para mantener sus cuartos bien arreglados. En el apartamento de La Floresta se pueden albergar hasta 7 mujeres y en otro ubicado en el barrio Pasadena viven más de 11 damas que son cambiadas de casa cada vez que llega una nueva huésped.

Todas quienes viven aquí son mujeres recién llegadas a la capital y que van de ciudad en ciudad donde son solicitadas por hombres que pagan por sus servicios sexuales. Llegan a Bogotá recomendadas por la matrona de la ciudad de donde proceden quien le ha dado las indicaciones respectivas y las direcciones de donde deben llegar.

Cada vez que llega una niña nueva donde Eloisa ella se encarga de avisarles y de inmediato ponerlos en contacto con la nueva arrendataria. En su listado de amigos los hay de diferentes nacionalidades y también ilustres personajes de la vida pública nacional. La mayoría de las niñas que llegan donde Eloisa provienen de Manizales, Pereira, Valle del Cauca y Antioquia.

Otros sitios de encuentro
Pero en la ciudad también existen otros lugares donde diariamente se encuentran mujeres que se dedican a la comercialización de su cuerpo. En localidades como Chapinero, Mártires, Kennedy, Fontibón, Antonio Nariño, Suba, Santa Fe, Barrios Unidos, Bosa, entre otros es muy común encontrar whiskerías donde las mujeres ofrecen su cuerpo por unas cuantas monedas.

En el exclusivo sector del Chicó funcionan lugares disfrazados. En el día son restaurantes, cafeterías y almacenes y en la noche se dedican a la comercialización de sexo. Asimismo, en localidades como Kennedy y Suba estos locales se han disfrazado con el nombre de clubes o corporaciones sociales para poder funcionar hasta altas horas de la madrugada y servir de fachada sexual donde funcionan negocios de prepagos.

Muchas de las mujeres que trabajan en estos sitios, sobre todo las del norte y centro de la ciudad, son estudiantes universitarias que en el día cumplen con labores académicas y en la noche venden su cuerpo para pagar la universidad, sobrevivir y otras más… para saciar su deseo porque así como hay quienes lo hacen por necesidad, la mayoría continúa en el trabajo sexual por gusto y placer.

Fotos: Tomadas de internet

* Nombres cambiados para proteger la identidad de las entrevistadas

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