Pocas veces coincido con el crítico de cine Manuel Kalmanovitz de la revista Semana. De hecho, usualmente utilizó sus columnas de opinión a la inversa: si él afirma que le fascina una película, yo no la veo, y si dice que detesta una película, indago más a fondo en sitios como Rotten Tomatoes o IMDB a ver si vale la pena verla.
Una de esas raras excepciones es precisamente la columna de Kalmanovitz sobre «El abrazo de la serpiente» del director colombiano Ciro Guerra.
Comparto totalmente el entusiasmo del señor Kalmanovitz. Confieso que esta película me ha sorprendido tan gratamente, que la considero, a pesar de mi conocimiento limitado del cine colombiano, como la mejor cinta producida en estas tierras. Y los argumentos para llegar a esta conclusión son múltiples.
En primer lugar, «El abrazo de la serpiente» posee un encanto visual difícil de clasificar. Se parece un poco a ciertas películas del extraordinario maestro alemán Werner Herzog y tiene algo de «Apocalypse Now» de Francis Ford Coppola. Sus imágenes en blanco y negro (exceptuando la escena final) son sutiles y delicadas. El director logra evocar la belleza primigenia del Amazonas, que al igual que el relato bíblico del Edén, se ve perturbada por hordas de hombres brutales. Las imágenes alcanzan una profunidad que transciende su contenido puramente naturalista, para adentrarse en terreno onírico.
Segundo, la cinta de Ciro Guerra presenta un guión magnífico, que muestra dos historias paralelas unidas por un mismo vínculo: la búsqueda de una planta sagrada que cura tanto enfermedades físicas como del espíritu. La puesta en escena se desarrolla de una forma tan natural que da la impresión de haber sucedido sin esfuerzo alguno. En ciertos encuadres parece más un documental que una cinta de ficción. Los personajes dan tal apariencia de naturalidad, que uno se pregunta si el director encontró algún video perdido, y lo único que hizo fue retocarlo para poderlo presentar en las salas modernas de cine. Y gran parte de la espontaneidad se debe a los diálogos que sostienen los personajes, unas veces en lengua indígena y otras en lenguas europeas (español, alemán y portugués).
Tercero, los diálogos merecen un reconocimiento especial. En las conversaciones entre los expedicionarios europeos y sus contrapartes indígenas se condensa una parte sustancial de la divergencia entre el pensamiento «primitivo» y el «moderno» (nótese el uso de las comillas). Similar a la dicotomía Oriente/Occidente, el pensamiento indígena se diferencia del pensamiento tradicional occidental, por su visión de la unión indisoluble entre el hombre y la Naturaleza. Según ellos, no existimos como entes separados y autónomos, sino que tenemos una relación simbiótica con ese mundo natural que a veces nos parece tan exótico y distante. Además, el indígena establece una relación ritualística con el medio ambiente, en el cual animales, plantas y objetos se llenan de significados simbólicos. La pareja primitivo/moderno se desarrolla en «El abrazo de la serpiente» a través de las parejas natural/artificial, sagrado/profano, holístico/particular, práctico/teórico, onírico/tangible y simbólico/explícito, entre otras.
Por último, hay que elogiar a Ciro Guerra por hacer una película que se aleja de los clichés usuales del cine colombiano. Aquí no hay mafiosos, mulas, prostitutas o indigentes. No se trata de otra cinta de porno-miseria, ese género tan apetecido por aquellos que disfrutan viendo la cloaca de la sociedad desde la seguridad de sus teatros en casa. Tampoco hay personajillos ridículos de comedias lígeras costumbristas de Dago García. No. Se trata de una reflexión seria sobre la destructividad del ser humano y la comunicación entre distintas culturas. Y como se ve claramente en «El abrazo de la serpiente», los problemas de comunicación no se reducen al ámbito del lenguaje hablado. El indígena Karamakate, personaje principal de la obra, tiene más en común con un monje Budista Tibetano con el cual solo podría comunicarse por señas, que con un europeo que habla a la perfección su idioma indígena nativo.
Es por todas estas razones que recomiendo «El abrazo de la serpiente». Porque nunca había sido testigo de una película colombiana que elevara el cine nacional al nivel de Arte, y que en el proceso conmoviera tanto a los espectadores con una belleza solo vista en las cintas de los grandes maestros (i.e. Herzog, Bresson, Tarkovsky, etc.). El reto de Ciro Guerra será inmenso, porque a una edad muy joven ha alcanzado la cima que muchos solo logran vislumbrar.
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