Aunque todavía no ha llegado a Colombia, quería hacer una reseña de una película espectacular que ví y de la cual no he dejado de pensar…

Se trata de «Ex machina», una obra maestra de la Ciencia Ficción y sin duda la mejor película sobre Inteligencia Artificial (IA) que jamás haya visto.

La cinta trata sobre Caleb, un programador que trabaja para Bluebook, el buscador de internet más popular del mundo. Caleb se gana un premio que consiste en un encuentro por unos días con el enigmático dueño de la compañía, quien vive en un complejo tecnológico al cual sólo se puede acceder por helicóptero. El sitio, rodeado de hermosas montañas y paisajes, parece más la guarida de un villano de James Bond que la residencia de un billonario excéntrico.

El creador de la compañía es Nathan, un genio absoluto de los computadores , quien se encuentra trabajando en un proyecto de IA. Nathan quiere que Caleb lleve a cabo una prueba de Turing para verificar que el androide que creó es indistingible de un ser humano común y corriente. El test de Turing consiste en poner a un humano y a un robot en dos cuartos separados y cubrirlos con un velo, de tal forma que sea imposible determinar cual es cual a simple vista. El objetivo es hacer una entrevista para poder distinguir a la máquina del ser humano, y si al final sigue siendo imposible discernir uno del otro, se dice que el robot pasó el test de Turing.

Pues bien, en esta versión particular del test de Turing, el humano (i.e. Caleb) conduce la entrevista para verificar que la androide Ava (personaje interpretado de manera magistral por Alicia Vikander) es realmente indistinguible de un ser humano. No profundizaré más en la trama, porque podría dañar la sorpresa y asombro que producen ciertas escenas de la película.

Más allá de las excelentes actuaciones y puesta en escena, «Ex machina» es una cinta cerebral que plantea preguntas fascinantes sobre la IA y la frontera que separa lo natural de lo artificial. Por ejemplo, en un segmento Caleb le pregunta a Nathan que por qué creó a Ava con identidad sexual femenina, cuando sencillamente pudo haber creado una caja negra con conciencia pero sin cuerpo. Nathan responde, de manera brillante, que la inteligencia implica socialización, y que una caja negra no tendría ningún incentivo para unirse a otra caja negra, si no existe el instinto sexual. Mejor dicho, la dicotomía mente-cuerpo es realmente un falso dilema, porque la mente presupone un cuerpo y viceversa. Una conciencia sin cuerpo (como HAL 9000 de «2001: una odisea en el espacio») fracasaría en el test de Turing, porque faltaría el componente psico-social que surge del imperativo sexual de supervivencia.

Otro dilema fascinante planteado por la película es el de los límites del conocimiento teórico. Asuma que Mary conoce todo lo relacionado con el color (e.g. sus propiedades físicas), pero vive en un cuarto en blanco y negro. Un día, Mary sale del cuarto y se encuentra por primera vez con los colores del mundo real. La pregunta es: ¿A pesar que Mary conocía todo sobre el color a nivel puramente teórico, cómo se ve modificado su conocimiento al poder experimentar por primera vez la rojez del rojo y el verdor del verde? Por más que supiera la longitud de onda y las propiedades del color verde, el conocimiento que le brindan los sentidos es algo único e imposible de saber por otros medios. De hecho, existe el término «qualia» para referirse a las instancias individuales de la experiencia subjetiva. «Qualia» es, por ejemplo, la forma en que se percibe el viento ligeramente frío en la cara. Cada persona lo percibe de forma distinta y es imposible transmitir la experiencia específica en palabras.

Por estas y tantas otras razones recomiendo «Ex machina» sin reservas. Porque hace rato no veía una película que retara tanto intelectualmente al espectador. Y porque no todos vamos al cine para matar tiempo o pasar un buen rato y ya. Algunos de nosotros lo hacemos porque nos transporta a otros mundos y nos hace reflexionar profundamente sobre aquello que nos hace humanos…